LA NUEVA LEPRA

LA NUEVA LEPRA Al margen de las opiniones de cada cual, tan diversas como personas somos y existimos, nadie podrá negar los profundos cambios en el día a día de las personas, que se han derivado de esta realidad prácticamente surrealista de la llamada “Pandemia del Covid o Coronavirus”. En medio de una sociedad sumida en un temor casi paranoico de un virus más, entre tantos de los que nos toca protegernos y de una posible causa de mortalidad más, añadida a aquellas con las que ya estábamos acostumbrados a convivir, surge también la figura de los nuevos leprosos del siglo XXI, a los que se ha dado en llamar despectivamente “negacionistas”. Si hace un tiempo veíamos como a artistas de la talla de Miguel Bosé o Victoria Abril se les colgaba el cencerro de los apestados, vemos como sucede ahora lo mismo con el tenista servio Novak Djokovic, tratado por una parte de la sociedad como un auténtico apestado al que apartar a las cuevas y obligado a anunciar con sus tablillas de San Lázaro los lugares a los que se dirige. Sin embargo, no hay nada más cierto que los profundos cambios a los que se nos está sometiendo a la sociedad, que en buena parte reacia a las vacunas, como también al uso normalizado de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se nos ha reeducado de tal manera que hemos llegado al punto de asimilar como normal el uso habitual de las mascarillas, la vacunación en masa y lo que es más importante, la adaptación inmediata por cuanto obligada a la tramitación electrónica, gestiones bancarias desde el móvil, jornadas laborales telemáticas, clases “online” para nuestros hijos, reuniones por videoconferencia y hasta misas grabadas en audio para seguirlas por internet. Todo un largo etcétera de gestiones que han cambiado radicalmente nuestros hábitos, rompiendo con las viejas costumbres presenciales y de trato humano, a las que por si alguien aún no se ha dado cuenta, ya no vamos a volver atrás. Esta es la realidad en la que estamos viviendo. Podemos seguir viendo a nuestros mayores tristemente sumidos en el pánico al contagio, en la última etapa de sus vidas y muy probablemente hasta el fin de sus días. Podemos seguir defendiendo el uso de unas soporíferas mascarillas que no han demostrado eficacia alguna y podemos seguir colgando el cencerro a todo leproso negacionista, pero los profundos cambios de hábitos a los que se nos conduce y obliga, que nadie dude, que han venido para quedarse. @ A. Hidalgo – Enero 2022

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